martes, 23 de agosto de 2011




Dejándose llevar por su espiritu y su deseo de libertad, viaja mar adentro en su destartalada barca guiado por un faro que parpadea cada vez mas lentamente y rezando para que la embarcación supere las primeras olas que rompen con fuerza en aquella bonita playa.


Nadie sabe que puede encontrar al final del horizonte.


No esta en sus mejores días pero creo que aguantara, decía el marinero mirando el fruto de su trabajo.

Aquello casi ni se podía llamar barca, pocos apostarían que pudiera flotar. El era de los pocos que estaba convencido de que tendría opciones de llegar a puerto. El tiempo había echo huella en su deteriorado casco que en el pasado fue bonito y fuerte.

Al menos eso pensaba el, tras unas pequeñas excursiones de pocos días dio comienzo su proyecto mas ambicioso, un viaje que iniciaba con alegría y buenas expectativas que terminaron torciéndose, ya que aunque el barco parecía fuerte solo era en apariencia pues estaba lleno de fugas que comenzaron a hundirlo.


Aquel hombre se afanaba por tapar los agujeros abiertos no sabe bien por que y achicaba agua sin parar, pero cuando el barco volvía a mantenerse ocurrió lo que pocos esperaban.

Una tormenta, un pequeño contratiempo para cualquier embarcación pero un gran escollo para aquella, pues su final se fraguaba en su interior.

Todo lo que quedo fueron un par de tablas.


Costo mucho repararla pues no sabia exactamente como hacerlo y aunque la barquita ya se mantenía a flote su débil aspecto hacia pensar al viejo marinero que no tardaría mucho en hundirse, aun así se armo de orgullo, izo las velas y comenzó el viaje sin rumbo fijo, como nunca lo había echo, confiando todo a la suerte y dejándose llevar…


Dejándose llevar por su espiritu y su deseo de libertad, viaja mar adentro en su destartalada barca guiado por un faro que parpadea cada vez mas lentamente y rezando para que la embarcación supere las primeras olas que rompen con fuerza en aquella bonita playa.


Nadie sabe que puede encontrar al final del horizonte.

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